La bailarina | El clon by Danielle Steel

La bailarina | El clon by Danielle Steel

autor:Danielle Steel [Danielle Steel]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788499896175
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2011-07-29T00:00:00+00:00


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Hoy en día tener citas con hombres es un fenómeno muy interesante. Si se compara con el pasado, por ejemplo con la Edad Media, es como competir en una justa; o si retrocedemos un poco más en la historia, como ser un cristiano en el coliseo. Aunque das un buen espectáculo, sabes que tarde o temprano el león te devorará.

Y hay muchos, me refiero a los leones, claro. Algunos son simples gatitos, otros fingen serlo. Algunos tienen muy buen aspecto, pero realizar una audición en el coliseo requiere un gran esfuerzo, y al final una siempre acaba en el mismo lugar, es decir, con un león mirándote a la cara y pensando en cuándo va a comerte. Francamente, tras seis meses de citas, llegué a sentirme como un pastel de fresas.

Era como ensayar para un espectáculo de Broadway y tenía la sensación de que nunca lo hacía bien, por mucho que practicara delante del espejo. Un día conocí a una mujer de setenta y dos años que me habló de su nuevo novio y me pregunté de dónde sacaba la energía. Yo tenía casi la mitad de años que ella y ya estaba agotada. Aceptémoslo, tener citas con hombres es un suplicio.

Los había de todos los tipos: gordos, calvos, viejos, jóvenes... Según mis amigos, todos encantadores, sólo que siempre olvidaban mencionar «cierto problemilla», ya fuera un alcoholismo incipiente, una psicosis profunda causada por la madre, el padre, los hijos, la ex mujer, el perro o el papagayo, o una crisis sin importancia relacionada con su sexualidad después de que alguien abusara de ellos en la adolescencia. Por supuesto, sé que hay hombres normales por ahí, pero no los he conocido. Además, estaba completamente desentrenada. En los últimos trece años había dedicado las noches a preparar la cena a Roger, ver la televisión con él o simplemente dormir, sin contar los partidos de béisbol. No estaba preparada para la alta cocina en microondas, y nunca había oído hablar de los dieciséis tipos distintos de granos de café procedentes de países africanos. En cuanto a los deportes... bueno, conocía los que había visto en los Juegos Olímpicos. Resultó que las manicuras y las depilaciones no bastaban, también debía esquiar como Killy, nadar los cien metros y hacer saltos de longitud. La verdad es que soy perezosa, por lo que me resultaba mucho más fácil quedarme en casa a ver la televisión con los niños y comer pizzas. Y cuando en mi segundo verano de libertad analicé lo que había hecho, decidí que lo de las citas no era lo mío.

Ese año los niños se fueron con Roger a pasar el mes de julio en el sur de Francia. Iban a alquilar un yate y alojarse en el Hôtel du Cap, después irían a París, donde Roger enviaría a los niños de vuelta a casa en un avión. Yo tenía que recogerlos y pasar el mes de agosto con ellos en una casita alquilada en una playa de Long Island. Al fin y al cabo, el dinero del abuelo no era una fuente inagotable.



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